Dificil de pasar desapercibida, gracias a su acceso principal de hormigón, esta residencia encarna una exploración de la erosión y la sustracción orgánicas. Su variedad de masas de hormigón anclan cada elevación, entrando y saliendo de la casa en intersecciones poéticas. Como acantilados esculpidos por el agua, los muros de concreto presentan incluso el tenue veteado del encofrado que les dio forma.

Todos los espacios se organizan y se apropian de la vista gracias a su terraza frontal ampliando vistas y unos taludes que actúan de barrera para los espacios. A través de grandes puertas corredizas de cristal y espacios de doble altura, hay una sensación de expansión en el interior a medida que la casa se despliega hacia la terraza delantera y la piscina. Con sus vistas panorámicas al océano y los ecos de ese elemento entre sus propias paredes, el lenguaje arquitectónico de esta estructura habla de una belleza moldeada por lo impermanente.